La discriminación social, por razones de raza, etnia, sexo, pensamiento o religión surge de individuos y colectivos, de instituciones incluso que denigran la dignidad humana, alteran la convivencia de las naciones y vulneran los derechos fundamentales de los que deberían gozar plenamente todos los ciudadanos del planeta.
En la perspectiva de pensamiento inaugurada por Foucault, la investigación sobre la forma como los discursos determinan y movilizan el devenir de las distintas sociedades, culturas y épocas a partir de la identificación de las territorializaciones y desterritorializaciones en el saber (Foucault, 1969), al igual que de la observación de los deslizamientos latentes del poder articulados a los procesos de territorialización enunciativa o discursiva de la realidad (Foucault, 1970), constituyen todo un fecundo horizonte para la investigación y el reconocimiento de los devenires sociohistóricos contemporáneos. En esta línea, el análisis de la emergencia de los discursos que ponen entre interrogantes el régimen normativo y representacional de las distintas instituciones que procuran la inserción y participación social, continúa siendo eje de debate y de profunda preocupación. En consecuencia con tal inquietud, la pregunta por los discursos que más allá de simplemente desequilibrar los órdenes institucionales, apuntan a la instauración del odio como eje de constitución de la realidad del relacionamiento entre los sujetos, se ubica como foco de la necesidad de investigación y reconocimiento; su incidencia en la génesis de las distintas dinámicas intersubjetivas, políticas, sociológicas, culturales e históricas que dan forma al devenir de las sociedades actuales demanda un grado de comprensión que permita a las instituciones responder con la producción de discursos que estén en capacidad de hacer frente, y, en lo posible, contrarrestar sus posibles emergencias nocivas en relación con la protección de la condición y la subjetividad humana.
Particularmente en Colombia, en donde los fenómenos del odio y de las violencias basadas en género han transversalizado gran parte de las dinámicas sociales y de las relaciones interpersonales a lo largo de la historia, consolidando estratos de enunciación de la realidad a través del “odio” que perduran y se transfieren de generación en generación, es esencialmente relevante analizar las formas en que se manifiestan estos discursos, especialmente en todos aquellos espacios en donde se procura que la Institucionalidad Educativa, y particularmente la Universidad como “semillero” de la cultura, centro para la construcción colectiva y reflexiva de las distintas comprensiones de lo humano (humanitas y universitas: el universo humano), opere como instrumento para la constitución de un orden civil acorde con el proyecto de una sociedad basada en el respeto por la condición y los derechos hoy vigentes desde la actual concepción y comprensión de lo humano.
Los discursos de odio pueden tomar muchas formas, desde comentarios ofensivos y discriminatorios hasta actos de violencia física. A menudo, estos discursos están dirigidos hacia grupos vulnerables como personas LGBTQ+, comunidades indígenas y afrodescendientes, personas con discapacidades y mujeres. Estos grupos pueden sentirse marginados e inseguros no sólo en el contexto de su vulnerabilidad social y física, sino también en el territorio enunciativo que suponen el contexto institucional y el ambiente universitarios, tanto al interior de sus instalaciones, como en los espacios de proyección y expresión de su discursividad, como lo son el debate público, el mercado laboral, los medios de expresión y promoción cultural, entre otros, lo que puede afectar nos sólo su capacidad para aprender y crecer académicamente, sino sus procesos de desarrollo y crecimiento como seres humanos, caso en el cual la presencia de los discursos de odio que en uno u otro momento operan como componentes de la discursividad universitaria puede tener un efectos sumamente negativo para la sociedad en general; los estudiantes universitarios son líderes potenciales en sus comunidades y se forman para aprehender, encarnar, personificar y agenciar conocimientos que acaban siendo modelos a seguir para los demás. Evadir el abordaje de la emergencia, instauración y consolidación de discursos de odio en el contexto de la Universidad supone pues el riesgo de perpetuar ciclos de intolerancia, discriminación y violencia hacia la sociedad en general.
Conforme a lo planteado, investigar las formas en que emergen los distintos tipos de discursos de odio en las universidades, especialmente en Colombia, es fundamental para comprender cómo sus procesos de crecimiento y diseminación pueden afectar la convivencia pacífica y la construcción de una sociedad más inclusiva y tolerante.